El cielo llora y se oscurece, despeja a pensamientos en un mundo que no
comprende los tantos y cuestionados “por qué”. Hace que los pensamientos
emprendan un viaje entre melodías de aquel hombre de canciones, del que se
presagiaba que detendría la marcha del hábito de una canción por vez.
De un tiempo a este, han dejado de sonar sus canciones. Caigamos mejor
en la suposición de que no tardará en traer una más. Y a lo mejor no sólo una más,
muchas otras más. Bueno, eso para seguir conservando una mostacita de ilusión
al menos. Pero en el caso de que no
vuelva, no regrese, y no traiga consigo una canción más, igual todo seguirá en
su lugar.
Ha dejado sus canciones, su historia y el depósito de unas ganas
intensas de cruzar el charco haciendo un solo paso. Sus canciones formaban un
mundo de acuarela, y cada melodía tenía su propio color. La luna es su favorita, y el mar su inspiración.
Luna y Mar, compañeras de sus nostalgias. Pero, se acabaron las canciones. Sus
canciones. No existe la menor idea de que volverán. Aquellas que formaban ensueños,
melancolías, algarabíos, y tal vez… algo más. Solo resta esperar.